A continuación, os presentamos el relato ganador del concurso de relato corto de CB Villa de Leganés. El premio ha sido una camiseta del CB Villa de Leganés ¡¡Muchas felicidades!!

K. está asomada al balcón de su habitación de hotel en un octavo piso. Son casi las seis de la mañana y el día anterior llegó a España desde Estados Unidos, por lo que el desfase horario hace mella en su cuerpo.

A esas horas, Madrid aún duerme. Tiene una agenda apretada para el día siguiente, pero dado que no es capaz de descansar, aprovecha para tomar el pulso a la ciudad desde las alturas.

Da muchas conferencias, por lo que viaja con bastante frecuencia por todo el mundo y contemplar las ciudades desde lo alto es uno de sus hábitos preferidos cuando el insomnio llama a la puerta. K. observa que en los bloques cercanos apenas hay un par de luces encendidas.

En la calle tampoco hay mucha actividad. Se detiene un taxi desde el que se bajan un par de jóvenes que parecen volver de fiesta. Unos metros más allá, se abre un portal y un perro tira fuertemente de su correa camino del árbol más cercano. A lo lejos, un par de furgonetas de reparto continúan su ruta. L. sale a fumar a la terraza una noche más.

Hace tiempo que se pasó al cigarrillo electrónico, después de que en una revisión médica de esas que llevan colgado el cartel de “rutinaria” le descubrieran un bulto. Por suerte, todo quedó en un susto.

Dentro de su nuevo plan de vida, se encuentra el recuperar los hábitos saludables. “Dame tiempo”, se dice a sí misma. Tiempo que ya empieza a acabarse. L. mira el reloj, es cuestión de minutos.

Y así, a las seis en punto, una mezcla de orgullo y sana envidia le recorre el cuerpo cuando ve a N. doblar la esquina corriendo en mallas y acompañada de su pareja. N. trabaja de siete a quince horas de terapeuta en una residencia de ancianos y lleva muchos años enganchada al mundillo de las carreras populares. Le gusta madrugar y disfrutar del que, dice, es su mejor momento del día.

Está embarazada de poco más de tres meses, por lo que en la última revisión le indicaron que siguiera adelante con su deporte, siempre que fuera con moderación. Este fin de semana no libra, es lo que tiene trabajar a turnos. L. entra de nuevo en casa y se acerca a la que fuera la habitación de N. Tiene un espacio de corcho en la pared en el que cuelgan algunas fotos de su juventud. Con las amigas de campamento, el viaje de fin de curso o su primer concierto.

Le llama la atención una foto en blanco y negro de una mujer corriendo con una vestimenta bastante anticuada y con el dorsal 261. K. sonríe al ver la armónica zancada de N. Va abrigada, cómo corresponde a la hora y época del año que es.

Sus gestos son ágiles y, pese a la distancia, puede intuir las gotas de sudor surcando su rostro y buscando el camino más corto cuello abajo, así como la sensación de felicidad que da la serotonina cuando corre a borbotones por el cuerpo. De repente, K. tuerce el gesto. Un hombre vestido de calle aparece de no se sabe dónde y agarra a N. por los hombros, con la intención de tirarla al suelo al grito de “¡fuera de mi carrera!”.

Su pareja trata de defenderla, empuja al agresor para apartarlo y así logran continuar los dos corriendo, asustados. K. suelta un respingo, pero se da cuenta de que lo que acaba de presenciar es imaginación suya. Esa escena en verdad sucedió un 19 de Abril de 1967, en el maratón de Boston. La protagonista era ella misma, Kathrine Swizer.

Fue la primera mujer en correr un maratón, cuando las atletas tenían aún vetada la participación en este tipo de pruebas. Frisaba entonces los veinte años y hubo que esperar cinco más hasta que se abrió la inscripción al sexo femenino para estas competiciones.

La foto del momento en que trataron de sacarla de la carrera ha servido de inspiración a muchas mujeres, N. entre ellas. K. aún sigue corriendo, pero sus articulaciones ya no son las mismas y los ritmos son otros. Eso sí, con los años ha ganado en experiencia, conoce su cuerpo a la perfección y sabe cómo modularse. N. le dijo a L. hace unos días que esperaba una niña y que se iba a llamar Laura, como ella. La futura abuela se quedó sin palabras y le prometió que, a modo de pequeño homenaje a su futura nieta, iba a abandonar poco a poco su vida sedentaria.

L. mañana se calzará las zapatillas para hacer andando los cinco kilómetros de la carrera de la mujer y su hija Noelia se sentirá muy orgullosa de ella mientras trabaja en la residencia.

K. dará la salida a la prueba, y recibirá un caluroso homenaje por haber sido pionera abriendo el camino a tantas mujeres que disfrutan en estas pruebas, cada una en la medida de sus posibilidades.

K., L. y N. llevan un tiempo despiertas. La ciudad aún duerme y en sólo unas horas empezará a desperezarse, con más historias como las de tantas mujeres valientes y heroínas anónimas. El lema de la carrera este año es “Hoy ganan las chicas”. Y así debería ser, siempre, en el mundo que le espera a L.

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